Salir de
Coyaique no fue fácil. Encontrarnos con muchos otros cicloviajeros te invita a
quedarte y compartir, escuchar nuevas historias e intercambiar vivencias y
consejos para el Sur y el Norte. Luego de cuatro días, y siendo solamente dos (mi amigo Devin de EEUU
y yo) nos despedimos con unos tragos de Pisco de nuestros amigos Chilenos y seguimos nuestro camino al sur.
Volviendo al ruedo
Hicimos unos
60km en nuestro primer día, llegando a la Laguna Chiguai, donde luego de una
excelente ducha de agua caliente calentada a leña en el Camping de la Reserva
cerramos una buena jornada. Los próximos días fueron mostrándonos un poco como sería
el resto del camino: Lagos, montañas, ríos, arroyos, y mucho verde para ir
alimentando la vista mientras las piernas nos mueven hacia el sur.
Luego de 2
dias llegamos al pequeño pueblo de Puerto Tranquilo, a casa de nuestros amigos
Karina y Cristobal. Llegamos tarde por la noche, por lo que armamos la carpa y
a dormir porque se estaba poniendo fresco. Al despertar, arrancamos el día con
unos mates, ayudamos con los bolsos a nuestros amigos que se estaban mudando a
Coyaique por el invierno y nos mudamos al Camping y Hospedaje Bellavista de
Marcela y Fernando.
Bienvenidos a Puerto Tranquilo
Me venía sintiendo medio mal y el frío no ayudaba a mejorar
por lo que decidimos usarlo de lugar de descanso por unos días. Los días transcurrieron
en actualizar un poco el diario de viaje, escribir en los momentos de inspiración
y descansar junto a la cocina a leña que siempre está caliente y donde Marcela
cocina bien casero y sirve agua caliente para el mate.
Pava Lista - Mates en camino
Puerto
Tranquilo está sobre la costa del Lago
Chelenko, una verdadera maravilla de esta zona. Agua transparente y helada, montañas
nevadas de fondo, y un viento fresco invitan a caminar un poco cuando el sol
calienta. Con el mismo movimiento del agua, en la margen Oeste del Lago se formaron las Catedrales de Mármol,
unas formaciones al estilo cavernas que son visitadas diariamente por turistas
de todo el mundo. En nuestro caso optamos por evitar llegar en un barco a
motor, y elegimos ir en kayaks.
Una buena idea
Salimos desde Puerto Mármol, a unos 6 km de
Puerto Deseado siguiendo la Carretera Austral hacia el sur. Nuestro amigo Pedro
Contreras tiene su muelle privado a orillas del Lago Chelenko en una playa
privilegiada, donde uno también puede luego acampar y pasar la noche. Nos
bajamos de las bicis, traje de neoprene, y a remar! Nos tomó unos 40 minutos
llegar a la primer formación llamada “La Capilla” donde empezó nuestro
recorrido. Por dentro y por fuera navegamos los canales y despuntamos un poco
el vicio aventurero en búsqueda de túneles y demás. Luego de una buena hora de
degaste, aprovechamos el viento a favor y regresamos a Puerto Mármol, donde aprovechamos
a intercambiar información con Pedro, nos secamos y volvimos al ruedo para
acampar en la costa del Lago unos kilómetros más al sur.
Sabor a lago en el desayuno
Al
despertar me decidí a seguir desarrollándome en el arte de la pesca, ya que los
días anteriores me la había pasado tirando la caña con no mucha suerte, pero
con firme convicción. Un día espectacular me acompañaba asique me fui a caminar
buscando el lugar más indicado para pescar. Luego de una buena sesión de
intentos, llego la debida recompensa, mi primer conquista en la Patagonia!!! Volví
muy alegre a nuestro campamento y sumamos el pescado al desayuno para arrancar
con pilas.
Luego de
desayunar seguimos en dirección a Puerto Bertrand, unos 60 km al sur, y donde
el Lago Bertrand da nacimiento al Rio Baker, el más caudaloso de Chile. Un día
excelente nos dejó por la tarde buscando un muy buen punto para acampar y
seguir practicando la pesca, cada vez más habitual como medio de supervivencia
y actividad extraciclismo.
Para no
cortar la racha, luego de varios intentos pico algo que doblo la caña y sentí una
emoción que llevaba mucho tiempo sin sentir. Saque del agua una trucha arcoíris
de 47cm, con carne como para hacernos un verdadero festín!!! Como estábamos a
300 metros del pueblo, no dude en regresarme a buscar una parrilla y terminamos
haciéndola asada y celebrando probablemente uno de los mejores días del
viaje!!!
Primera buena presa, dedicada a mi tio Lacho Antoniacomi
La
Patagonia nos regala todos los días postales, encuentros y hasta la comida. Los
días se funden en pedalear, buscar un buen lugar para pescar y tener la
suficiente leña seca para el fogón de la noche, cada vez más fundamental para
mantenerse caliente antes de irse a dormir. Seguimos desde Puerto Bertrand,
pasamos por Cochrane y seguimos al sur. Los días siguientes pusieron nuestra
paciencia a prueba: las ruedas de Devin cada vez tenían más problemas, la
lluvia y el frio nos acompañaron a diario y no fue fácil encontrar sitios secos
para descansar por la noche. En el caso de Lago Vargas, terminamos dentro del
invernadero de una finca, único lugar seco en mucho lugar a la redonda, donde a
pesar de todo, pudimos repararnos del frio y de la lluvia que te deja empapado
todo el equipamiento.
Reparar y reparar para seguir
Luego de la
noche en el invernadero, siguió el camino a Caleta Tortel, un peculiar poblado
de la Patagonia Chilena que está montado sobre la ladera de un fiordo e
interconectado por pasarelas que lo recorren de punta a punta. Hay dos
campamentos gratuitos, uno en la Playa al final de las pasarelas (inaccesible o
con la bicicleta al hombro) y el otro al lado del Aeródromo, accesible por ruta
2km antes de llegar a Tortel. Acampamos junto al Rio Baker, y compartimos la
noche junto a una pareja amiga de cicloviajeros canadienses que llevaban un
buen tiempo en carretera y tenían miles de historias para contarnos. En teoría nos
quedaríamos un par de días, ya que el asiento de Devin estaba roto y debíamos encontrarle
la solución para poder seguir camino. También nos quedaban unos días hasta la
Salida del Ferry para cruzar el Lago O’Higgins, y por ello podíamos descansar
un poco.
El cruce a Tortel, comienzo de linda paliza pal TRASERO
Devin salió
al centro a buscar el tornillo que le faltaba a su asiento, con la suerte de
encontrarse caminando a un paisano suyo de Oregon (EEUU) caminando por las pasarelas
de Tortel. Venia viajando en moto, y tenía una colección de todo lo que pueda
llegar a hacerte falta como repuesto en un viaje, ya que era mecánico
restaurador de motos en el país del norte. Cuando volvió Devin con su nuevo
tornillo, cambiamos de parecer y salimos rumbo al sur para pasar la noche en la
Sala de Espera de Puerto Yungay y así tomar el primer ferry de la mañana.
Con éxito en
la misión de tomar el primer ferry, seguimos camino al sur, pero con una parada
técnica a pescar en un sitio que parecía ser el indicado. Pasamos casi toda la
tarde con un éxito moderado, y por la noche en un refugio ubicado a mitad de
camino hacia O’ Higgins, comimos pescadito fresco y una buena cantidad de arroz
(todavía no hemos logrado superar Puerto Bertrand!!!).
Buena bienvenida nos da el último tirón
Luego de
una noche de dura tormenta, un día de viento fuerte nos robó lo último que
quedaba de energía en nuestros cuerpos y llegamos a Villa O’Higgins, para
celebrar el final de esta etapa. Habíamos conquistado los 978km desde Futaleufú,
pero el cansancio no nos lo permitió celebrar al llegar. Nos compramos un pote
de Dulce de Leche cada uno y nos sentamos a inyectarnos azúcar para recuperar
la sonrisa. Luego de eso nos fuimos al Hostel más conocido entre los ciclistas,
El Mosco, ubicado frente a la oficina de Robinson Crusoe, la empresa
concesionaria del barco que cruza el Lago O’Higgins.
La muchachada en El Mosco
El Mosco es
una hostería con unos casi 10 años de trayectoria en Villa O’Higgins y donde se
han ido alojando los ciclistas a lo largo del desarrollo de la Carretera
Austral como ruta internacionalmente conocido para el cicloturismo. Todo el que
desea terminar la Carretera llega a Villa O’Higgins, y en general termina en
este Hostel.
Al Llegar
me encontré con Fili y Martin, la primera administradora y gerenciadora del
lugar y Martin, uno de los dueños del lugar. Llegamos totalmente filtrados y
Fili no dudo en mandarnos derecho a las duchas y para luego conectarnos con el
resto de los huéspedes para organizar una cena comunitaria. En El Mosco tenés
la opción de quedarte acampando en el patio o en dormitorios, con derecho a uso
de todos los servicios de la planta baja. En la planta superior tienen
habitaciones privadas y un desayunador para quienes opten por esa opción.
Cierre de lujo
El Viernes
21 de Marzo fue mi trigésimo primer aniversario de nacimiento, fecha que
generalmente siempre me gusto celebrar. Como Devin estaba en cama por un
problema en el hígado, y la gente había cambiado a lo largo de los 3 días que
estuvimos allí, decidí tomar las riendas del asunto ya que nadie se conocía con
nadie y todos se habían sentado en diferentes mesas. Siguiendo el lema familiar
de los Provenzani de que “LA MESA CONVOCA A LA AMISTAD Y LA FAMILIA”, me fui al
supermercado y compré carne de pollo y verduras para un gran guiso. Al regresar
fui avisando que la comida la prepararía yo, y con ello llegaron Andrew, Kanaan
y Connor, mis compas de Alaska que habían venido a compartir mi cumpleaños. Fui
preparando la cena junto a la compañía de
un vino tinto y poco a poco vi como evolucionaba la noche: Las mesas se
unieron, las conversaciones se fundieron, y en menos de lo que pensaba había 22
personas compartiendo la comida y brindando por mi cumpleaños. Fue algo
diferente, pero igualmente enriquecedor y alimentando mis ganas de compartir
esta fecha tan especial.
Cerramos la
Carretera Austral y esperamos el barco para cruzar el Lago O’Higgins y el Lago
del Desierto. Se vienen los últimos 1000km para terminar este viaje increíble.